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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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16-03-2010

 

 

Julio A. Louis

 

La hegemonía en el Frente Amplio

SURda

En esta serie de artículos - “¿Qué es la hegemonía?”, “Mujica, los trabajadores y los intelectuales” y “Las elecciones en la Enseñanza” - hemos expuesto el concepto de hegemonía, muchas veces mal usado y/o comprendido. La hegemonía equivale a la capacidad de convicción, de persuasión, de trasmitir ideologías (valores, aspiraciones, necesidades, objetivos). En todas las sociedades, pero más en las escindidas en clases, hay una constante batalla de ideas, para hacer primar aquellas que cada clase, u otras categorías sociales, (etnias, naciones, etc.) entienden apropiadas. Es un aporte del materialismo dialéctico haber explicado que las clases u otras categorías sociales dominadas, para aspirar a dejar de ser dominadas, deben profundizar sus conceptos ideológicos, verterlos a la acción política, y extender a otras que le son aliadas, su contra-hegemonía. De la contra-hegemonía a la hegemonía media el trecho de la victoria ideológica de una clase o bloque de clases sobre otras. La victoria de una clase revolucionaria vincula dos conceptos: hegemonía y poder, persuasión y coerción. En el presente la lucha debe darse contra la alienación ideológica esparcida y la violencia descargada por el imperialismo y sus aliados. Comprender esta relación es fundamental para avanzar, para derrotar al sistema capitalista. Y aunque este objetivo no sea compartido por todos los frenteamplistas, nadie debiera fastidiarse, sino, en todo caso, explicar porqué estas afirmaciones son equivocadas.

Pero las ideologías nacidas en una clase, etnia, religión, nación, no quedan circunscriptas a los sujetos que las gestan, sino que se expanden por la sociedad, `vuelan' a otros. No es de extrañar que el liberalismo –expresión ideológica de la burguesía- penetre en las mentes de muchos que no son burgueses. Mao Tse Tung escribió un famoso folleto titulado “Contra el liberalismo” en que critica los fuertes vicios individualistas en los miembros del Partido. Con mayores motivos una coalición como el F.A. heterogénea, policlasista, en la que convergen en principios y programas compartidos, ideologías diferentes (liberalismo, cristianismo, marxismo, etc.), inevitablemente es escenario de una batalla de ideas. Mientras ese batalla sea entre fuerzas sociales y políticas representativas del bloque alternativo-popular, no debe resolverse por la vía de la violencia, del anatema (traidor, renegado, etc.), de la descalificación. Debe persuadir, pero para persuadir debe ser franca, con altura, sin `gre-gre' para decir Gregorio. Y es clarísimo que en el F.A. hay una dura lucha por la hegemonía y también por el poder. En situaciones extremas, el poder –ejercido con autoritarismo- ha tronchado la hegemonía de ciertas ideas. ¿Qué fue, si no, el veto presidencial contra la Ley de Salud Sexual y Reproductiva? Fue el ejercicio grosero del poder de un dirigente, que hizo decir con acierto al politólogo Oscar Botinelli: “Tabaré Vázquez es un cuerpo extraño en la izquierda uruguaya, cuyos valores más profundos no comparte.”

Las descalificaciones contra Mujica durante la campaña para designar al presidenciable, fueron moneda corriente. Y el actual Frente Amplio, y el gobierno, representan alianzas de fuerzas contradictorias. Una tendencia la expresa el equipo económico –felicitado por los organismos financieros del gran capital trasnacional- apostando a la estabilidad macroeconómica, a la inversión privada extranjera fundamentalmente, a `quedar bien' con Clinton y Obama, y otra, la readecuación internacional con énfasis latinoamericanista, explicitada en el primer viaje al exterior que realizará Mujica a la Bolivia de Evo y en la dupla designada en Relaciones Exteriores (Almagro-Conde).

Estamos convencidos que la disputa por el poder y por la hegemonía tienen su campo de acción político popular en el Frente Amplio, y no fuera de él. El F.A. ha tenido incorporaciones, desprendimientos y reenganches individuales, y aún más trascendentes, colectivos, de organizaciones políticas. Si para avanzar hubiera que pagar el precio de nuevas rupturas, pues habrá que pagarlo sin dramas. Muchos de los que se han alejado han regresado, otros no, pero en ningún caso, el F.A. dejó de crecer. La tendencia restrictiva -caso de la Concertación chilena, tendencia pretendida en Uruguay cuando se intentó impedir el ingreso del MLN-Tupamaros al FA- y el accionar obediente a las estructuras impuestas por el gran capital, han traído el regreso de la derecha trasandina. En contraposición, la tendencia `revolucionaria', ignorante del estado de las masas populares lleva –sin ir más lejos en el Uruguay de hoy- al sectarismo acentuado de la autodefinida `izquierda auténtica'. El F. A. representa el agua de las masas populares donde deben nadar los peces que buscan transformaciones revolucionarias. Sólo que, para fortalecer la teoría y acción comunes –de fuerzas partidarias y de militantes `sin partido'- en aras de objetivos democráticos, antiimperialistas y socialistas, se requiere un salto cualitativo en su coordinación.

 

 

 
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